Laura Pérez

Soy periodista y viajera. Escribo en la revista ELLE y mi primera entrevista la hice al director de cine inglés Stephen Daldry, que en aquel momento estaba a punto de estrenar «Billy Elliot», también su primer largometraje. Desde entonces guardo un especial cariño por esta película y adoro a este hombre, que después ha realizado otras obras maravillosas como Las Horas o El lector.

Recuerdo los nervios previos al saludo, el miedo a quedarme en blanco y no ser capaz de lanzar la siguiente pregunta, la presión auntoimpuesta de creer que de allí tendría que salir algo así como el próximo premio Pulitzer, el pánico a que mi condición de debutante resultara demasiado evidente, lo que imagino me hacía adoptar una actitud mucho más seria de lo que requería la ocasión. Había analizado la película con meticulosidad casi obsesiva ante el reto de estar a la altura. Hoy ya no lo hago. No tanto, al menos.

Me impresionó entonces, como me sigue inquietando ahora, la figura de la agente de prensa, que controlaba el reloj como si de cumplir con el horario previsto dependiera el futuro de la humanidad. Me distrajeron sus gestos indicándome los minutos que quedaban y su fulminante «last question», que sonó como un látigo golpeando el suelo entre Daldry y yo. Me fascinó, oh!, la suite del Ritz donde se hizo la entrevista, con sus alfombras y sus brocados, sus ventanales y sus dorados, y con más metros que la mayoría de las casas que conocía, y conozco.

Stephen Daldry resultó ser un tipo estupendo y si alguna vez lo vuelvo a entrevistar le preguntaré menos por su película y más por otras muchas cosas. Porque ahora sé, entonces no lo tenía tan claro, que lo que nos interesa de los creadores es su obra, pero sólo si ésta nos sirve como herramienta para saber quién son, cómo ven el mundo y de qué forma cuentan sus historias a los demás.