Boa Mistura

Área

Boa Mistura es un colectivo de artistas formado en 2001 y con una trayectoria imparable. “Boa Mistura”, del portugués “buena mezcla”, hace referencia a la diversidad de formaciones y puntos de vista de sus miembros. Visiones distintas que se influencian y se mezclan en favor de un resultado único. Para ellos el mayor punto de inflexión fue cuando se mudaron al espacio en el que trabajan, en pleno barrio de Malasaña, reflejo fiel de su actividad frenética. Y allí nos recibieron, entre mascarillas y botes de pintura. Viven el arte  como herramienta de cambio e inspiración y por eso nos gustan tanto.

¿Cuál fue vuestra primera vez?
Nosotros tenemos dos primeras veces.

Una es la primera vez que coincidimos los cinco en una misma pared juntos y solos. Eso fue en diciembre de 2001. Era un mural de graffiti convencional, los cinco pedrolos de cada uno con un fondo común, una cosa totalmente inmadura y sin una búsqueda. Teníamos 18 o 20 años, éramos 5 grafiteros de un mismo barrio, la Alameda de Osuna, cuatro ya nos conocíamos de un poco antes y Rubén, que es de una generación anterior, se incorporó en ese momento. Esa fue la primera vez que los cinco pintamos juntos, sin ningún tipo de voluntad ni concepto. Lo que tiene de especial es que ahí surgió todo.

La que podemos sentir como primera vez es Área, en 2003, la primera vez que los cinco nos fundimos. En el graffiti, que es de donde nosotros venimos a pesar que luego cada uno haya estudiado una cosa, cada uno hace sus letras y sus dibujos y si han pintado 10 se ven 10 cosas y es muy fácil saber que es de cada uno. Lo que nos ha ido distinguiendo en nuestra evolución, algo que no hemos buscado pero que ha surgido así, ha sido que hemos ido abandonando el ego individual de cada uno, porque al final el graffiti es ego, en pos de un ego común y de un objetivo único: BOA MISTURA. En la evolución de nuestro murales desde el 2001, esa primera vez, hasta el 2003 se ve como esas 5 cosas van pasando a 3, luego a 2 y al final es solo una pero la hemos hecho todos. Es el día que llegas a casa y se lo enseñas a tu madre y te dice ¿pero hijo, tú que has hecho aquí? Pues todo y nada, estuve un ratito aquí, otro rato allí… De repente las manos de los cinco se habían difuminado, fundido en pos de un único resultado estético. Quizá esa fachada, que es la única gran fachada que tenemos en Madrid, podríamos decir que es la primera vez. Además está sobre una fachada de un edificio poco conocido de Ábalos y Herreros, eso lo hizo todavía más especial.

¿Cómo os llegó el encargo?
Fue el primer encargo que tuvimos. Unos 1500 euros y parecía que se te salían los ojos de las cuencas y que ibas a ir enfilao. Teníamos 19 años, y era a dividir entre 5, pero con esos 300 eras el rey del mambo todo el fin de semana.

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Estábamos pintando en la calle Fuencarral, un cierre, el de Fun & Basic. Fue de las primeras cosas que se hizo en la calle Fuencarral. La persona que nos dio permiso nos dijo que quería hacer de la calle Fuencarral un museo del graffiti al aire libre. Con los años efectivamente todos los cierres se decoraron pero la facción más radical de grafiteros de Madrid condenó ese tipo de manifestaciones porque había un intercambio económico y no lo consideraban una cosa real, auténtica, lo consideraban de vendidos. El trabajo en la calle lo que tiene es que mucha gente lo ve, a unos les gusta y a otros no, y dentro de la gente a la que le gusta siempre te suele salir alguien que le gustaría contratarte para que le pintes algo. En este caso el dueño de la empresa caminaba por allí y nos pidió el contacto.

Nos llamó y fuimos a visitar el sitio. La geometría de la fachada, como habían jugado con los huecos, era muy particular. Teníamos que hacer una intervención que se adecuara a eso. Es un edificio privado de una agencia de comunicación, muy estrecho, con un patio interior muy angosto y largo. Las dos plantas de arriba son showrooms que alquilan a empresas. El dueño quería “camuflaje urbano” y esto es lo que nosotros entendimos por camuflaje urbano.

Fueron nuestras primeras reuniones, elaborar una propuesta para que te la acepten, un presupuesto, entrar en otro juego distinto del que no hemos salido. Existen otros proyectos que salen de nosotros y que no tienen a nadie que nos los encargue más que tú mismo y salen porque sientes que los tienes que hacer, que es todo nuestro trabajo en la calle.

Fue una Experiencia profesional a tope. Despues de 10 años sin saber nada de ellos nos acaban de pedir el boceto porque quieren renovar la web y lo quieren poner. La fachada, de orientación norte, se conserva intacta.

¿Cúal fue el proceso?
Estábamos en la época de las cosas tridimensionales. Hay un lenguaje mucho más plano y otro lenguaje de tridimensionalidad que era el que nos interesaba en ese momento. No íbamos a poner nuestras letras de ninja, buscábamos cosas que de forma abstracta al cliente le pareciera elegantes y estuviera en nuestra búsqueda. Eran unas láminas que se iban contorsionando esquivando la propia arquitectura.

Nosotros siempre hemos trabajado los cinco delante de una misma mesa, folio en blanco, y empiezan las discursiones. Cada uno percibe por donde se debe ir, uno suelta una idea, otro la coje y la pone más arriba, otro la modifica y finalmente sale una propuesta donde estamos todos contentos. Esta vez no teníamos tampoco una búsqueda tremenda pero si nos parecía que teníamos que ir sorteando las ventanas y componiendo casi con una diagonal. Empezamos a hacer dibujos y más dibujos. Todos metimos mano y el que salió lo pulimos, lo escaneamos y se lo enviamos al cliente. Le encantó.

Hasta hace pocos años fue el trabajo más grande al que nos habíamos enfrentado. Trabajamos con una grúa, fue una aventura. De ahí han salido las pautas de cómo hemos trabajado. Hay uno que es la mano que está en la cesta y los de abajo son los ojos que desde la acera de enfrente dan las indicaciones porque desde arriba no tienes perspectiva.

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¿Qué fue lo peor?
Era un momento de locura, una caja de grillos porque estaba todo el mundo trabajando para la inauguración. Metieron unos bambús gigantes al patio y se cepillaron el trabajo de los escayolistas. Esto nos dio algunas pautas para el futuro, siempre entramos los últimos porque si no llegan los de los bambús y te lo destrozan.

No llegó la grúa a tiempo y estuvimos a punto de no hacerlo. Habíamos quedado a una hora y fuimos puntuales. Estuvimos esperando 3 o 4 horas sentados en un bordillo, nos parecía una tomadura de pelo. Nosotros no gestionamos en andamiaje o las grúas, lo nuestro es el proceso creativo. Podemos pintar a 50 metros de altura pero no gestionamos con qué. En esta época estábamos todos aún en la universidad y habíamos renunciado a cosas, nos estábamos saltando las clases. Normalmente lo hacíamos los fines de semana pero aquí fue imposible. Fernando, el dueño, tuvo muy buena mano y lo supo resolver bastante bien. Al final la grúa llegó. Nos llevó 3 días.

¿Qué fue lo mejor?
Fue increible… Lo mejor fue el resultado, terminarlo, verlo… la sensación de decir que mi día a día tiene que ser esto. La primera vez que pintamos algo tan grande y juntos.

Esta fue la primera gran jupa de muchos días para una sola pieza. Veníamos de cosas que se hacen en un día o en una mañana por si te pilla la policía, pero aquí estábamos trabajando con licencia. Ha sido nuestra pauta general, cuando estamos fuera es tu menú del día y a seguir pintando. Somos unas bestias que pintamos de sol a sol hasta que ya es materialmente imposible, hasta que ha caído la noche. Nuestra vida a partir de ahí ha sido muy de menú del día y de estar en un sitio y en otro. Mucha parte de nuestro trabajo se desarrolla fuera de tu estudio y de tu tupper. Estas semanas de estar pintando una cosa inmensa molan un huevo.

Fue de éstas veces que dices, yo me quiero dedicar a esto toda mi vida.



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