Rover Chair

Ron Arad nació en Tel Aviv (1951) y tras pasar por la Escuela de Arte y Diseño se mudó a Inglaterra, donde se matriculó en Arquitectura. Comenzó a trabajar en un estudio, pero no tardó en darse cuenta de que “yo no estoy hecho para trabajar para nadie”, dice. Así que lo dejó, y se puso a hacer una silla a la que llevaba un tiempo dando vueltas en su cabeza: el asiento de un viejo Rover 200, “un coche muy inglés” según él, montado sobre una estructura fabricada con unos andamios viejos que encontró en un desguace de Chalk Road, en Londres. “Lo demás es historia” dice.

Aquello fue su Rover Chair, un icono del diseño de los 80, que fue su primer diseño, realizado cuando todavía no tenía 30 años, y todavía hoy, el más famoso. “La vio un diseñador francés y me encargó seis. Resultó ser Jean Paul Gaultier. Mi primer comprador”. Después Vitra se interesaría por su trabajo y le encargó varios modelos más de sillas.

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Alcanzó el éxito con el primer diseño que hizo. ¿Eso allana el camino o acaba pesando como un losa?, le preguntamos.

Surgió todo en un buen momento y hubo reacciones muy buenas. Se la relacionó con grandes obras de la historia del arte como el toro con el sillín de bicicleta de Picasso, con una silla de Prouve, y se acabó convirtiendo en un icono de los 80. Si alguien quiere hacer una lista de las piezas más icónicas o las más vendidas para incluirlas en un libro, tal vez estaría, pero es éxito es otra cosa. El éxito se mide en cada trabajo analizando si has cumplido los objetivos que te planteaste con él y con qué pericia lo has hecho. Tiene que ver con el interés en todo lo nuevo y la curiosidad constante.

Vivimos en un mundo de pantallas táctiles e interfaces. ¿Qué espacio queda en el diseño para los objetos físicos y la artesanía?

Seguimos comiendo alrededor de una mesa y bebiendo agua de un vaso. Es la forma de hacer los objetos lo que está cambiando, más que los objetos en sí. Soy afortunado porque siempre que me siento delante de una pantalla lo hago con un lápiz en la mano en lugar del ratón. No he perdido mi destreza con el lápiz. Sigue ahí y las posibilidades son infinitas. Muchos de los dibujos que se pueden ver en mi exposición parecen acuarela, cualquiera juraría que lo son. Pero no, los he hecho en la pantalla de mi ordenador.

¿Qué huella va a dejar la crisis económica en la arquitectura?

Está afectando tremendamente a la gente joven, en los arquitectos jóvenes que buscan trabajo y no lo van a encontrar. Me recuerda a la época en la que vine a Londres a finales de los 70. Había también una crisis enorme y no se construía nada, no había edificios, la arquitectura era conceptual, sólo existía dibujada. Fue una época interesante porque sirvió para reflexionar y crear mucho sobre el papel. El Pompidou nació de toda esa investigación de una época en la que no había edificios, sólo proyectos sobre el papel.

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Hasta el 9 de noviembre en IvoryPress (Comandante Zorita 48), Madrid.

Por Laura Pérez.

Puedes ver la entrevista completa en Elle.