La casa Martín.
Le llaman el arquitecto del millón de amigos, como en la famosa canción de Roberto Carlos, porque es el dueño del estudio de Arquitectura más seguido del mundo en Facebook con más de 1,2 millones de seguidores: ALT arquitectura. Ángel Luis Tendero nos recibió en su estudio de Madrid y allí hablamos de su primera vez:
Este dossier contiene, además de la entrevista, fotografías, croquis y planos de la obra.
¿Cúal fue tu primera vez?
Considero que mi primera obra es la Casa Martín porque es la primera que se hizo tal cual yo quería. Trabajé con tranquilidad. Las obras anteriores habían sido algo impuesto por el cliente y yo no tenía la fuerza personal para cambiarlo.
Sitúate, dónde estabas, qué hacías…
Estuve trabajando cuatro años en una promotora de centros comerciales llamada Riofisa donde hice 7 o 8 centros comerciales incluido Príncipe Pío, Plenilunio, alguno de los más importantes que hay ahora mismo en España y también algunos fuera de España. Básicamente pasé de la escuela a hacer un centro comercial de 500.000 m2 en vez de lo que la gente normalmente hace, una casita para un familiar o algo así.
Pasados cuatro años y harto de que esos proyectos nunca tenían sello personal, ni siquiera la calidad que yo consideraba adecuada, me asocié con Javier de Antón Freile. Formamos un estudio que se llamaba C2 arquitectura. Desde el 2004 al 2008 hicimos una serie de proyectos como las oficinas de Cadena Visual, un polideportivo en Zamora y varias reformas pequeñitas, lofts, que estaban bien, pero llegó un punto en el que personalmente nada de lo que estábamos haciendo representaba mi forma de entender la arquitectura, pensaba que nos estábamos repitiendo en exceso y lo dejé.
En el 2008 creé Alt arquitectura. La razón de llamarlo Alt, A L T, son mis iniciales: Ángel Luis Tendero. Rápidamente tengo una obra interesante, una vivienda unifamiliar en Las Rozas para un abogado que trabajaba en la promotora inmobiliaria en la que trabajé. Una casa de la que estoy bastante orgulloso porque se integraba muy bien en el entorno pero que no considero mi primera obra porque formaba parte de una colonia de 12 viviendas preexistentes y la forma estaba condicionada por las otras doce.
Considero la casa Martín mi primera obra importante y posteriormente he ido desarrollando proyectos en los cuales, tanto si están bien como si están mal la culpa es enteramente mía, he hecho lo que he querido, los clientes me han dado libertad absoluta. Puedo estar contento porque hasta hoy todo lo que he hecho desde la casa Martín es arquitectura como la entiendo yo.
¿Cómo te llegó el encargo?
El encargo llegó a través de un primo mío. Si esta casa fue posible fue precisamente por eso, porque el cliente es casi como un hermano pequeño, una persona a la que tengo muchísimo cariño, que desde pequeños, en el pueblo de mi madre, hemos jugado juntos y me tiene muchísimo respeto. Básicamente se dejó guiar aunque tenía algunas cosas muy claras que costaron alguna discusión, pero quedamos los dos encantadísimos con el resultado.
¿Cómo es?
La vivienda está en un pueblo que se llama Valdetorres del Jarama a unos 15-20 km de Madrid en la carretera que va hacia Torrrelaguna, en la N-I (carretera de Burgos). Es un pueblo con un centro histórico muy pequeño y un una iglesia de cierto valor histórico, muy coqueta, muy pequeñita. La vivienda está en una ampliación del pueblo, en el típico barrio residencial de nueva planta con aceras y calles anchas y sin ningún tipo de interés. Básicamente todas las viviendas que se han hecho son un copia y pega de arquitecturas pseudo tradicionales, todo el mundo quiere tener su casa antigua y al final lo que tiene son piezas de cartón piedra o escayola que se pegan y se pintan. Mi cliente no quería eso, no quería “asadores”.
Me llevó a dos parcelas, una de ellas más exenta que la otra. Él quería hacerlo en la que no era exenta pero tenía unas proporciones muy alargadas, no permitía rampas de acceso para el sótano del garaje, daba problemas. Una vez que estuve con él en la otra parcela visualicé la casa tal cual es a día de hoy, y esto es cierto, según me bajé del coche vi la parcela y la casa como si existiera. No parte de una reflexión, de un trabajo de croquis de prueba, fallo, prueba, fallo. Muchas veces digo que a mi las cosas me salen de forma intuitiva y me fío mucho de la intuición porque creo que es una serie de conocimientos previos, de análisis del entorno etc que se reconvierten en una idea potente. Cuando hago un proyecto, siempre cuando algo se me atasca, veo que tardo mucho en hacerlo, lo desecho. Es habitual intentar resolver una idea previa que puede ser equivocada, y no la consigues resolver. Es importante que la idea salga pronto, esa es la arquitectura que a mi me atrae.
El entorno no tiene ningún interés arquitectónico, es completamente plano y tenemos una abstracción absoluta. Yo siempre he tenido una obsesión, el objeto arquitectónico más interesante que he visto es el monolito que sale en “2001 una odisea en el espacio”, esa pieza prismática negra con aristas en las que no hay encuentros, un objeto que no se sabe quien lo ha hecho con esa parte enigmática o mágica de algo que parece que no está hecho por el ser humano. Siempre que cuento esta casa en una conferencia pongo como referencia las cabezas de la isla de Pascua, como elementos que están ahí pero no sabes de dónde han salido, esta casa parte de ahí con la diferencia de que cuando visualicé la casa quería utilizar el acero inoxidable.
Es una caja sobre una colina que busca el contraste para hacerlo más enigmático, entre lo absolutamente artificial y abstracto que es la caja, el monolito negro, y una parte absolutamente orgánica que es la parte que sale del suelo en la que se mete el programa funcional de los espacios comunes. Se concibió con acero inoxidable, los 3d, las imágenes y al cliente se presentó así, pero me gusta pensar que las casas o las cosas que haces terminan demandando, terminan haciéndose a si mismas incluso en contra, tienen vida propia entonces. La imposibilidad de hacer paneles de acero inoxidable de más de 4 metros de largo en los cuales, al igual que en el monolito de Kubric no hubiera remates, era imposible y tuve que tomar la decisión de que no fuera de acero inoxidable. Si lo hubiera sido estaría reflejando a todo el pueblo y te das cuenta al final de que era una estupidez y eso es una cosa que la casa te dice ella misma y termina siendo lo que intuitivamente quería ser, el monolito.
En esta casa el cálculo de estructuras pedía un pilar en el medio del vano entre los dos muros de hormigón de la planta baja, lo pedía el calculista, porque la caja es una caja auto resistente, es auto portante es una enorme viga vierendeel con resistencia como caja no solo en el plano de la viga sino en las tres dimensiones por que son dos vigas vierendeel grandes entre dos pequeñas. Ese pilar, que a mi me dio problemas siempre, cada vez que iba a la obra veía ese pilar y un día le dije al constructor que por qué no lo tirábamos. Pusimos unos puntales a ambos lados, unos testigos, quitamos el pilar y fuimos soltando los puntales poco a poco y cuando vimos que no cedía ni medio milímetro, no había ningún tipo de flecha ni ninguna variación decidimos quitar el pilar y la casa se quedó como ella quería desde un principio.
Para mi la arquitectura tiene que emocionar a la persona que la vive y eso suele ser por la geometría, esa emoción, esa tensión que generas en como la gente percibe el recorrido de una obra tuya o como la ve desde fuera, se ha perdido en muchos casos porque se ha interpretado como arquitectura formalista. Hoy en día se ataca mucho cuando alguien hace un gran voladizo, un gran volumen y enseguida se tilda de formalista porque no tiene un análisis conceptual basado en esquemas, en flujos, en datos numéricos. Hay una arquitectura intelectualizada, arquitectura que no entiende nadie, que solo entiende el arquitecto. Lo que quiere normalmente la gente es el color, la luz, el olor, las sombras, el viento, la brisa. Nosotros intentamos hacer una arquitectura muy ligada siempre a materiales puros naturales, una obsesión mía aprendida de Javier Bellosillo. Siempre siempre evito utilizar materiales que no sean naturales, la madera, el acero en cualquiera de sus opciones, inoxidable, en bruto y el vidrio que para mi es el material por excelencia de la arquitectura, un material mágico, transparente. Evitosiempre composites, plásticos, materiales que imitan a otros materiales. También depende de los proyectos, algunos tienen que ser efímeros, como una tienda, en la que una goma Pirelli queda perfecta pero cuando una obra tiene intención de permanencia soy muy reacio al plástico.
En la Casa Martín se llevaron al extremo muchas cosas que antes no había conseguido y que después no he vuelto a conseguir como el tratamiento desde el punto de vista sostenible de la climatización. La montaña artificial tiene un sentido, los muros de contención de hormigón de la planta baja tienen al otro lado del muro, en la cara no vista, tierra. Está enterrado y te produce una inercia térmica bastante grande similar a los antiguos muros de 70 cm que tardan mucho en enfriarse, en calentarse y hacen que, como en una casa de pueblo de muros gordos, estés fresco en verano y caliente en invierno. La caja negra de acero, que sobre el papel podría parecer que es un generador de calor, es una fachada ventilada que hace efecto trombe, que tiene ventilación en el peto superior y una rejilla de ventilación inferior. En verano se fuerza la ventilación para que no esté caliente la cámara de aire dentro y en invierno por diferencia de presiones se cierra y hay un colchón de aire caliente entre la chapa de acero y el cerramiento de la vivienda. Tras cuatro años, el cliente puede certificar que a efectos climáticos es impecable.
Otra de las obsesiones que tenemos es la topología, la continuidad y aunque en esta casa en su aspecto exterior es la única que no tiene un sentido topológico, en la planta baja el terreno se transforma en montaña pero está totalmente desligado. Pero por ejemplo los elementos interiores, que diseñamos también nosotros, suelen seguir muchas veces el parámetro de continuidad. En el interior de esta casa los ambientes entre cocina y salón están separados por un anillo de madera que sirve de mesa, que se convierte en suelo, que se convierte en pared y en techo, incluso los elementos de iluminación como la lámpara que hay sobre la mesa es un elemento diseñado específico. Esta casa no deja de ser minimalista porque tiene mucha manipulación formal del espacio sobre todo en el interior pero si tiene esa parte de intentar reducir todo al mínimo. En la escalera, por ejemplo, la barandilla son los redondos de los que cuelgan los peldaños, un mismo elemento que hace todo, es intentar hacer con lo mínimo lo máximo y sobre todo hacer que el espacio salga a relucir y los elementos accesorios, como puede ser una lámpara en este caso, pasen desapercibidos.
Pero desapercibidos con una intención, es decir en este caso lo que se buscaba era una especie de interferencia visual, como es un acero inoxidable espejado, al final es como si atrapara una porción de lo que le rodea y la descolocara y simplemente estuviera delimitado por su propia imagen. Luego en la doble altura, que es una cosa muy habitual en las casas que hacemos nosotros, hay una concepción bastante vanguardista en el sentido de las vanguardias de principio de siglo el concepto geométrico de la concepción espacial, es constructivismo, es dar planos, lineas, volúmenes incluso la iluminación como se mueve con una concepción constructivista abstracta, lo que percibes cuando ves un cuadro constructivista de las vanguardias rusas, y sobre todo que cuando estés observando o viviendo esos espacios te quedes con lo mínimo, con que estás viendo espacios y no elementos en el espacio. Otra cosa importantísima nunca dar pistas acerca de lo que es el techo, las paredes o el suelo, intentar que el espacio sea una cosa envolvente y que se entienda como un todo.
La percepción constructivista del espacio, de entenderlo como algo geométrico, como repetición de lineas, como repetición de planos, tiene mucho que ver con una obsesión mía por la iluminación en el cine negro americano. Esos ambientes oscuros como los del “Sueño eterno”, “El halcón maltés”, esas películas derivadas del expresionismo alemán de los directores que se fueron de Alemania a Estados Unidos siempre me han parecido espacios muy cómodos, muy atractivos y muy agradables. La veneciana es un elemento que me fascina como parasol con respecto a la entrada de la luz.
¿Es una casa de fin de semana?
No, es una vivienda permanente.
Una anécdota en las fotografías es que se ve la sombrilla de verano. A mi no me gustan las fotografías de arquitectura, es más, siempre las hago yo y a día de hoy si puedo las hago directamente con el teléfono. Siempre he pensado que, desde que Adolf Loos hablo de ornamento y delito, las cosas tienen que ser reales.
Cuando te das cuenta de que la arquitectura fotografiada hoy en día se basa en una obra construida muy atractiva a la que va un fotógrafo que le mete cuarenta filtros, un programa de corrección de ángulos y que los arquitectos nos empeñamos en quitar absolutamente todo lo que vemos que no es impecable… Al final terminamos dando una imagen que es una absoluta mentira ornamental. Con el tiempo he empezado a coger cariño a las fotos en las cuales, por ejemplo, el olivo tiene puntales porque fue muy difícil que arraigara. En la casa Roncero (San Sebastian de los Reyes), directamente está la caseta de plástico a dos aguas de colores del perro.
¿Que recuerdas como lo mejor y lo peor de aquella obra?
Solo tuvo cosas positivas porque coincidieron muchísimas cosas. Con el cliente, aparte de ser familiar, porque he hecho otras obras para familiares mios que han sido un infierno, había una empatía total. Cada vez que se terminaba una fase como acabar un forjado o algo así los dos nos subíamos y nos hacíamos una foto e íbamos a comer a celebrarlo. El constructor impecable, aunque hizo la estructura y yo fui introduciendo oficios. No tuve ningún problema para hacerlo, incluso después me encargó su propia casa, y siendo un constructor solvente de una constructora bastante importante, en su propia casa me dejó también meter mis propios oficios. Es muy importante que, en este tipo de obras que son singulares, contar con gente de confianza porque si no no puedes hacerlas, porque las constructoras convencionales le van a multiplicar por 1.3 o 1.4 el precio solo porque son distintas. Al implicarse personalmente con los oficios la obra se desarrolló de una manera muy natural, muy lógica, sin precios contradictorios. No se dio ese caso de guerra cliente, constructor, arquitectos porque hicimos un equipo entre los tres, estábamos todos en el mismo bando. En las obras que he hecho después he intentado siempre seguir esa dinámica, y es más, depende de en que condiciones, si no fuera así no haría la obra.
¿Y lo peor?
Lo peor, nada. Si acaso el trato con las administraciones públicas. Mi único infierno en la profesión es el Colegio de Arquitectos que entiendo que al ser un colectivo que pagamos nosotros se supone que está para protegernos y yo todos los problemas que he tenido a día de hoy en la profesión ha sido con él. A día de hoy a mi lo único que me supone es un trámite.