Ayuntamiento de Valdemaqueda.
Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa estudiaron en la E.T.S.A de Madrid, donde son profesores de Proyectos Arquitectónicos. Asociados como Paredes-Pedrosa desde 1990, desarrollan la actividad profesional dedicada a concursos y obras de edificios públicos singulares relacionados con la cultura y en intervenciones urbanas. Han obtenido primeros premios en diversos concursos de los que deriva su obra construida. Han recibido premios a obra construida como el Premio COAM y ARCO, Premio de Arquitectura de la Comunidad de Madrid, Premio ASCER, ar+d award y Premio de Arquitectura Española 2007 por el teatro Valle Inclán de Madrid.
Este dossier contiene, además de la entrevista, fotografias, croquis y planos de la obra.
¿Cuál fue vuestra primera vez?
El Ayuntamiento de Valdemaqueda, en Madrid.
¿A que edad?
La carrera la terminamos en el 82. Nosotros entramos en la escuela en el 75, el primer año del plan nuevo. Fue el año que se murió Franco, nosotros empezamos en octubre y Franco muere en noviembre. La escuela cerró hasta Navidad. Fue el primer año del famoso plan 75. Estábamos en el mismo grupo y seguidos por orden de lista: García Pedrosa y García de Paredes.
Del año 82 al 90 trabajamos con mi padre, que era arquitecto, José María García de Paredes. Hasta el año 90, que el murió, no empezamos nosotros. Por eso nuestros primeros concursos, aunque acabamos en el 82, son del año 90, el concurso de Valdemaqueda y el Europan 2 (el primer concurso que hicimos, en el año 91).
Llevábamos 8 años trabajando, pero de manera distinta, no es lo mismo trabajar para otro arquitecto, mayor además. Nosotros veíamos que nuestros compañeros empezaban a hacer cosas pero nosotros estábamos en un estudio que había cosas muy interesantes, un estudio muy pequeño, pero trabajábamos en obras más grandes.
Hicimos algún otro concurso, un auditorio en Pontevedra que sacamos una mención, para el colegio de arquitectos de Málaga en el 92 que sacamos otra mención, la ordenación del paseo marítimo de poniente en Málaga fue un segundo premio, la ópera de Bilbao, el segundo premio, un polideportivo en Valdemoro otro segundo. Siempre sacamos algo. Pero el primero que ganamos y construimos fue en el año 93, Valdemaqueda.
¿Como conseguisteis el encargo?
El concurso fue del 93. Era un concurso abierto. Estuvo Víctor López Cotelo en el jurado. Se presentó un montón de gente, tuvimos una suerte tremenda de ganarlo.
El Ayuntamiento es muy pequeño, 527 metros construidos. Lo más bonito que tenía el concurso era, por una parte, el sitio, Valdemaqueda. Es el pueblo de la Comunidad de Madrid que está más lejos de Madrid, casi lindando con Ávila. Es una zona con unos pinares increíbles de la Unión Resinera, una pinada preciosa, una sierra preciosa. Y otra cosa que nos llamó la atención, aparte de hacer el Ayuntamiento, es que era un pueblo que no tenía plaza. Había solamente una carretera que cruzaba el pueblo y te daban este sitio para hacer el Ayuntamiento, al lado de la carretera.
Lo que planteamos fue que el edificio se empujara hacia el borde para poder liberar el espacio y construir, que fue una propuesta del concurso, el Ayuntamiento y la placita. Y poder construir una plaza para el pueblo, que no había. Por eso tienen esa forma, para que abrace este espacio nuevo de la plaza y por otra parte para abrirse al sol y al sur. Cambió por completo, dejó de ser una carretera y más tarde hicimos también todo lo que es el diseño de la plaza, con unos bolardos que se podían poner y quitar para que no pudieran aparcar los coches. Al principio estaba todo lleno de coches. Salvamos también una fuente antigua, de piedras grandes, que está como medio enterrada porque había subido la cota por la carretera. La descubrimos, la rehabilitamos y la limpiamos. Hicimos un pequeño espacio al que se puede bajar con unas escaleras para sentarse en el banco, para coger agua para lavar, o para beber, o para estar ahí sentado escuchando la fuente.
El lema del concurso era “y dos acacias” porque en ese lado de la carretera había dos acacias. Cuando el edificio se quiebra es para dejar sitio también a las acacias. Había un concejal que cuando ya estaba terminado el Ayuntamiento decía que tenían pulgón y las quería talar.
¿Cómo fue el proyecto?
En todos los Ayuntamientos tiene que haber un balcón, los mástiles y el reloj. Esos son los tres elementos. El balcón es donde se asoma el alcalde y donde se ponen las banderas. Nosotros, en vez de hacer un balcón al que se pudiera asomar, hicimos un gran ojo a doble altura, un gran mirador que mira a norte y a la plaza. Ahí da la doble altura de la escalera y justo detrás está el despacho del alcalde que desde su despacho mira por este gran ojo, a la plaza y al pueblo. A través de ese ojo también se ve al alcalde, es un ejercicio de transparencia. Es como el ojo representativo que le da el carácter de edificio público, porque es tan pequeño que se podría confundir, hay chalets que son más grandes. El edificio consigue así tener esa carga representativa que los edificios públicos deben de tener. Nosotros queríamos conseguirlo también a través de la gran marquesina que acoge a las personas y le da continuidad a la plaza hacia dentro del Ayuntamiento. La marquesina que acoge y ese gran ojo que es un poco más institucional.
¿Cómo fue la obra?
La obra en nuestro caso fue distinta a otros casos, hacía diez años que habíamos acabado la carrera. Era nuestra primera obra pero habíamos estado 10 años trabajando y participando en obras muy importantes como el auditorio de Madrid o el auditorio de Cuenca. Nosotros aprendimos mucho de dirección de obra, en obras importantes, pero no es lo mismo hacer algo tuyo que trabajar en otra obra que aunque también es tuya, la has trabajado y la has dibujado, hay un respaldo. La responsabilidad cuando estás y tienes entre manos un proyecto en el que estás trabajando, aunque sea en otro estudio de otro arquitecto, es la misma. Tienes que involucrarte y sentirte totalmente responsable de lo que estás haciendo. También notamos un cambio de escala, trabajar en pequeña escala es muy atractivo porque puedes entrar mucho en los detalles.
La obra fue bien, tuvimos una empresa constructora que funcionó bien, un jefe de obra estupendo con el cual nos entendimos muy bien y el equipo que teníamos con el jefe de obra, el aparejador y nosotros, todos muy jóvenes, éramos un equipo muy compenetrado. Era la primera obra para todos, no solo para nosotros, también para el ayuntamiento, para la empresa constructora (se dedicaba a hacer pequeñas obras en carreteras y caminos). Entre todos nos inventábamos como hacer las cosas.
El presupuesto era pequeño, todo el esfuerzo iba a los encofrados. Costó 50 millones de pesetas, con el dinero que se nos dió cumplió todas las expectativas de conseguir una plaza, de conseguir un espacio público… Iban reutilizando los encofrados con distintas inclinaciones para dar textura a un hormigón bastante corriente. Con los encofrados y los hormigones tuvimos algún problema al principio porque no salieron bien y mandamos demoler. Como el edificio es tan pequeño aunque no era mucho la gente del pueblo decía que habíamos demolido todo el Ayuntamiento y en realidad eran dos paramentos de hormigón. De alguna manera intentamos conseguir esas cosas en las que nos empeñamos los arquitectos, que la construcción siendo sincera en todo su proceso no se manifieste toscamente. Hay cosas como que no se ven las uniones de los forjados con los muros desde fuera, que te rompes un poco la cabeza para conseguir. Se puede hacer con recursos tecnológicos más avanzados, con encofrados deslizantes, luego conectores y luego el encofrado. Pero no era la situación y lo hacíamos un poco como podíamos, inventando unas juntas con gomas…
¿Habéis vuelto?
Hemos vuelto, no muy recientemente pero hemos vuelto. Algún día que hemos ido a una excursión o al vivero a por plantas.
Durante bastantes años hemos seguido vinculados porque la ejecución de la plaza tardó. El edificio lo vemos terminado quince años después de acabar la carrera, que ahora la gente tiene mucha prisa, y luego nos pusimos con la plaza.
Las dos personas que trabajaban allí, el secretario del Ayuntamiento y la secretaria siempre nos han llamado para cualquier cosilla. Estaban muy contentos porque decían que habían ganado mucho, que los despachos eran muy luminosos. Siempre han estado muy contentos con el edificio y para cualquier cosa que les hacía falta, que algo se estropeaba o que tenían dudas sobre alguna cosa nos han seguido llamando.
Por eso lo que más nos dolió de la Presidenta Aguirre fue, no que dijera que no le gustaba que puede estar bien, y no que se le deseara la muerte a nadie y menos a un colectivo que es tan necesario como los arquitectos, pero nos dolió la manera tan despectiva de hablar de algo que no conocía. Cuando nosotros hicimos el proyecto y estuvimos desarrollando la obra siempre nos sentimos de la mano y apoyados por el alcalde, por la gente del pueblo… Nunca hemos tenido un conflicto, siempre al revés. El secretario, el alcalde, el panadero, todo el mundo estaba contento, se les preguntaba. Y cuando descubrimos lo de la fuente estaban encantados… El hablar despectivamente de algo que había salido bien, que fue un concurso abierto y público, que todo el mundo se había sentido satisfecho, que nosotros habíamos atendido a las peticiones de la gente que trabajaba para el ayuntamiento, también a las peticiones de la Comunidad de Madrid… Era mucho trabajo de mucha gente que hicimos todos con mucho entusiasmo y poco dinero, con muchas ganas, ridiculizar así nos dolió mucho.
¿Qué fue lo mejor y lo peor?
No tenemos ningún recuerdo malo de Valdemaqueda. Era una obra muy modesta, con muy poco dinero. El mejor recuerdo que tengo de esas obras es que tienes mucho tiempo, muchas ganas y muchas fuerzas e intentas hacer las cosas con el mayor grado de intensidad. En todas las obras tiene que ocurrir así pero en las primeras lo concentras todo.
Lo mejor, cuando se terminó. La obra duró bastante y siempre metido en el proyecto, en la obra. Seguimos haciendo muchos concursos (ganamos otros entre medias) y tan metido en el estudio que apenas te da tiempo de ver lo que pasa en el exterior. Cuando acabó lo presentamos a premios y a las bienales. Nuestra sorpresa fue la manera que tenía el mundo de mirar el Ayuntamiento. Le dieron todos los premios, tuvo el Review de arquitectura joven, estuvo en la Bienal de Arquitectura Española, en la Bienal Iberoamericana, fue finalista de los FAD. Fue una gran alegría. Es una obra muy gratificante porque te premian una obra y te la premian tus compañeros produce mucha satisfacción.
Tenemos una colección preciosa de publicaciones. Cuando nos lo empezaron a pedir no había formatos digitales, se mandaba un duplicado de la diapositiva por correo postal.
Con el tiempo te das cuenta de que con pocos medios la arquitectura puede conseguir mucho. Un Ayuntamiento, un edificio pulcro, un edificio con contenido social que tiene un pequeño salón de actos y que ha funcionado desde sala de votaciones hasta iglesia, porque cuando estaba Linazasoro restaurando la iglesia se celebraba misa allí. Simplemente con un movimiento de dos piezas haces una plaza y te das cuenta de con que poco cuanto haces. Ese es el mejor recuerdo.
Las declaraciones de Esperanza no fueron lo peor, si acaso para ella. Si le buscas el lado bueno fueron lo mejor, la acogida que tuvo después. Nosotros estábamos en Italia, habíamos ido a dar una conferencia, estábamos en el tren y nos empezaron a llamar. Teníamos montones de llamadas. Cuando llegamos a un sitio con internet lo vimos y no nos lo podíamos creer. Con lo grande que es el mundo y lo grande que es España, con la cantidad de millones de gente que hay y nos ha tenido que tocar a nosotros. Fue estupendo por el apoyo que recibimos. Jamás llamó al estudio para disculparse o decir que no era eso lo que quería decir, todos decimos cosas de las que no eres consciente en ese momento y metes la pata, y no cuesta nada decir lo siento. Para ella mal, para los demás bien.